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ACERCA DE MI



Soy Gaviota Maracucha, nací en la encantadora región del Estado Zulia, Venezuela.
Mi vocación es Amar y Servir mientras Dios me regala vida, especialmente a los más necesitados.
Soy eterna Enamorada del AMOR, meta sublime que busco alcanzar, de ahí mi seudónimo "Gaviota".
Amo, contemplo y gozo de la obra maravillosa de Dios, me hermano con la naturaleza y su encanto en especial me fascina el mar… mi mar de amor, dónde me inspiro para plasmar los sentimientos de mi corazón hechos poesía.
Te abro las puertas de mi corazón y mis sentimientos en estos humildes y sencillos textos, que son para ti…
"Si me tuviera que definir lo haria en 4 palabras: Sensible, romantica, soñadora y a veces algo tímida. Tengo un corazón sensible, y fácil de romper, cuando siento que algo me hace demasiado daño huyo al País de Nunca Jamas... para que nada ni nadie pueda seguir haciendome daño. Por eso siempre digo que soy soñadora con mucho de campanilla.
Soy una mujer muy observadora, perfeccionista, impaciente, algo seria, a veces no soy muy expresiva pero tiendo a querer demasiado, no soporto el sufrimiento ajeno, me repugna el maltrato hacia los animales. Así como me molesta la arrogancia, hipocresia, y soberbia. Me gusta la soledad. A veces tengo una fascinación por la luna. Me encanta ver volar a las aves y amo la naturaleza.
Soy un sueño, un anhelo, una promesa incumplida. Un ave que vuela libre entre tu corazón y el mío. Soy la vida dulce con toques amargos. Soy un sueño... soy tu sueño. Vivo soñando, porque los sueños... sueños son.
Me siento como gaviota emigrante porque habito todos los corazones posibles. No creo en la justicia, porque el mundo está lleno de injusticias, aunque luchemos por vencerlas. Corre pura sangre criolla venezolana por mis venas y eso me enorgullece. Soy playa en la noche con olas de espuma que vienen y van, los tiempos oscuros los convierto en colores. Hoy camino y procuro ser fabricante de sueños para luego ir regalándolos y mover en la noche sombras mágicas. He aprendido a vivir, a caer, y a volverme a levantar. Me hace feliz una canción susurrada al oído, un baile lento, reír, soñar... Pondré todo mi empeño en que no se me acabe la vida sin haber disfrutado del mundo. He prometido no cansarme nunca de amar la vida. Tal vez, algún día pueda alcanzar a sentarme en una estrella brillante. Sí, alcanzaré las estrellas aunque para ello tenga que volcar el cielo...
Mi meta es vivir la vida, disfrutarla sorbo a sorbo. Compartir sonrisas y a los días grises pintarles un arco iris, porque no quiero soñar mi vida... sino que quiero vivir mis sueños. Quiero sobre todo que me dejen vivir y dejar vivir a los demás.
Cuando comencé a mostrar mis escritos a los 14 años mi seudónimo era Mariposa como solía llamarme papá desde muy niña. Pasó el tiempo y me enamoré, y mi seudónimo pasó a ser Kaleu-kaleu; alguien me dijo que significaba gaviota; en mapuche.
Pasaron muchos años, me casé y me divorcie, estaba viviendo una época muy difícil, así que decidí pasar unas vacaciones de verano en Cabo San Roman, una playa del Estado Falcón, donde siempre fuí con mis padres y hermanos. Tenía varios días allá, cuando una mañana vi pararse en el marco de la ventana de mi cuarto a una gaviota. Siempre las vi en la playa, pero en tantos años que tenía visitando este sitio nunca eso había pasado. Me sorprendió mucho, más aún cuando se acercó a mi cama, picoteó el libro que estaba leyendo y se paró sobre mi pecho, me paralice y tranque mi respiración del miedo. Me miraba fijamente y no sabía si decirle algo o espantarla o traerle algo para que coma. Hasta pensé que estaba loca y eso no estaba pasando. Quizá se había herido y buscaba cobijo. Me quise parar para entender mejor lo que sucedía pero cuando quise sacarla de mi pecho dio un trino marino que me dejó congelada. Me encantó ese sonido y entonces volvió a hacerlo, y otra vez más. No podía creerlo. De verdad que jamás eso había pasado antes. Ni a mis vecinos ni a nadie que yo conociera. Así que sin dudarlo más, la acaricié. Sobé su cabeza y se acurrucó debajo de mi mano. Me gustó ese gesto de entrega. Volví a hacer un gesto de levantarme y la vi volar. Me paré rápidamente y ella se paró a mi lado. En ese momento me dio miedo el de verdad estar loca. Me daba que mi hermano entrase a mi cuarto, o su esposa o mis sobrinos, y me vieran acariciando el aire y tratando de conversar con la nada. O lo que sería lo mismo para ellos, con una gaviota. Creerían que estaba loca de remate o que algo me había pasado para llegar a ese estado. Bajo esas dudas estaba cuando de algún lado oía que alguien me hablaba. No lo noté al comienzo, pero poco a poco sentí una voz, muy varonil, que me decía mírame... sip... hacia la ventana, vamos a la playa. Inmediatamente comprendí quién me hablaba... Era el nuevo vecino de ese verano. Un hombre alto, delgado, lo que llamamos las mujeres esbelto, bien parecido y con una sonrisa seductora; y me dije para mis adentros "Dios, la gaviota me trajo suerte, es portadora de buenas noticias".
De nuevo la idea de estar demente se me hacía inevitable. Era muy extraño todo, así que me imagine que ese hombre era la gaviota, que me invitaba a salir fuera de la casa e ir a la playa; y le hice caso. Así que sali, y lo primero que pensé era que iba a ser muy extraño, que la gente me vea caminando con una gaviota al lado. Vamos, que andar con un ave al lado de uno no es lo más común. Sin embargo el gavioto (me refiero al hombre), ni bien salimos de mi casa, despegó y empezó a sobrevolarme, por lo que asumí que él me seguiría o que lo seguiría yo a él. Y así lo hicimos. Caminé las cuadras y cuadras que me separaban del mar, y llegamos. Me adentré hasta la orilla y él se paró de nuevo a mi costado. Escuchaba que algo me decía y por las olas no podía entender ¿qué?. Así que me agaché y puse mi oído cerca de él: tú y yo ya nos conocíamos.
Sólo me dijo eso y volvió a alzar vuelo, sobrevolaba el punto donde me había dejado. No entendía a qué se refería. Porque me diría algo así. O a qué se referiría con eso de que ya nos conocíamos. Le daba vuelta en mi cabeza a lo que dijo. Ya para ese momento no me parecía tan extraño el que yo pudiera conversar con una gaviota. Total, la prueba fehaciente de ello, era que estaba parada en la orilla del mar.
En ese momento en mi cabeza aparecieron imágenes de sitios donde antes nunca había estado. Recordaba situaciones por las que jamás había pasado. Personas que no conocía. Era raro, porque pese a saber que no eran de mis recuerdos, pasaban en mí como si de verdad hubiera vivido esas vidas.
Alcé la vista y divisé a las gaviotas y entre ellas, imaginaba a el gavioto. Cada vez daba más y más giros y en cada uno ascendía más. El gavioto también me miraba y empezó a bajar en picada. Se me acercó nuevamente y me agaché. Decidí sentarme a su lado para poder oírlo mejor. Me volvió a decir que ya nos conocíamos, me sentí un poco contrariada porque yo no lo recordaba aún. Tambiém me dijo: Que lo que más le molestaba era que había tenido que recorrer tanto camino para encontrarme, y que yo fuera tan desmemoriada. Así que le respondí: No es mi culpa, lo que pasa es que no sé de dónde te conozco. No recuerdo haberte visto antes. Y es difícil no recordar a un gavioto con él que uno puede conversar... - Se rió...
Al menos le arranqué una sonrisa y entonces me dijo que yo estaba haciendo mal, porque así nunca lo iba a recordar. No pienses en lo que has hecho, ni en dónde has estado. Así no me vas a recordar. Piensa más allá de las cosas. Piensa en ti, dentro de ti, y me vas a ver. Mírame a los ojos para que no te confundas. Sabes, me da risa, que siempre sea yo quien tenga que encontrarte, porque tú jamás te acuerdas de nada hasta que yo te lo digo.
Ya para ese momento sabía que él no hablaba de mi pasado, sino de otro pasado, de otras vidas. Sin darme cuenta entonces empezaron a aparecer más personas en mi cabeza, recuerdos de situaciones tan claras pero que a la vez sabía yo, que no eran de mí pasado ni de mi infancia ni nada similar. Hasta que apareció el hombre.
Delgado con su cabello negro, me tomaba una mano, mientras la otra la llevaba a sus labios para darle un cálido beso; y yo me perdía en sus ojos y moría de ganas de besar sus labios. Era un hombre muy agradable a la vista, muy varonil, su cuerpo, sus manos, sus ojos. Cuando centré el recuerdo en sus ojos, inmediatamente en mi mente apareció la gaviota mirándome fijamente, cerré mis ojos. Era muy extraño. No entendía bien qué era lo que pasaba. Al volver a abrir los ojos él ya no estaba a mi lado. Sentada en la arena y un poco desorientada, creí que todo era un sueño, hasta que desde atrás de mí… sentí unos pasos y al voltear vi esos ojos una vez más. Era ese hombre… mi gavioto… que desde ese día hizo todos mis veranos durante varios años… Y fue cuando cambie mi seudonimo por simplemente "Gaviota".
En la ciudad natal de mis padres, Falcón hay muchisiimas y hermosas playas, en playas como Adicora, Cabo San Roman y El Pico, las gaviotas hacen que pase horas mirándolas volar, siempre me ha fascinado el contemplar el vuelo de las gaviotas sobre el mar, en contraste con el azul del cielo. Con sus alas extendidas, como si estuvieran suspendidas en el aire, sin el más leve aleteo, simplemente dejándose sujetar por el viento, o aprovechándolo para dejarse llevar tan delicadamente que es como si se deslizaran por el aire... He intentado fotografiarlas, poder plasmar en una imagen esa sensación de equilibrio, paz, sueños... que me transmiten, pero no se imaginan lo complicado que resulta sin el zoom adecuado, en tantos años solo he podido tomar una buena foto, las demás han sido un desastre, así que la colocare aquí para que todos puedan verla y disfrutar de ese tranquilo vuelo. Y bueno, de cualquier modo, aún así no he desesperado de poder lograr tomar mas fotos de gaviotas volando. Sino que más bien, comencé a coleccionar fotos de gaviotas, y de esta manera me he conformado, ya que no soy fotografo profesional.
A veces sueño con que soy gaviota por unos instantes, y puedo sentir esa tranquilidad, esa calma, mientras contemplo la inmensidad del mar y luego cierro los ojos mientras aspiro el aire como si fuera mi último aliento de vida... Me encanta escuchar el ruido de las olas y el ruido de las gaviotas trayendo piedritas a la costa, me hacen imaginar que en sus vuelos, van mis pensamientos.
gaviotsgaviots
A veces el tan solo hecho de escribir me ayuda tanto.
No es que siempre me viene la musa, pero cuando me llega me viene de a pecho.
Montándome en una nube encantada. Enseñándome que siempre hay un motivo para ver y creer en el mañana.
Mi musa no tiene raza. No me habla mil idiomas, ni en lenguajes extraños.
No tiene barreras culturales, ni problemas raciales.
Mi musa no tiene horario, pues con ella no existe el tiempo.
ahigavi