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martes, 19 de octubre de 2010

CUENTOS DEL MAR

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EL PECESITO Y LA GAVIOTA

Entre las rocas, allí donde las olas gigantes se rompen en mil pedazos y gotas y espuma salpican la arena. Un pecesito
dorado, rayito de sol, miraba hacia el cielo envidiando a las blancas gaviotas que libres y ágiles volaban de aquí para allá, posándose cuando lo desean en las rocas, en la arena o flotando sobre el mar, meciéndose, pequeños botes vivos.
_¿Quién pudiera tener alas y hasta el cielo volar?
Ser libre, aire puro sobre el mar. Movió sus pequeñas aletas intentando así volar, pero sólo dio un saltito y otra vez volvió a caer. Sus escamas brillaron aún más al moverse bajo el sol; esto llamó la atención de una gaviota que volaba lentamente en busca de algo para comer.
__¡Qué hermoso pecesito ha quedado aprisionado entre las rocas ¡ Pensando esto, la gaviota se lanzó en picada sobre el inocente pecesito, que seguía pensando en volar.


De pronto, sin saber como se vió en el aire subiendo rápidamente.
__¡ Vuelo, vuelo, estoy volando! Tan alegre se sentía que no presintió el peligro. Pero luego, al verse aprisionado entre el pico de la gaviota, recién se dio cuenta de las malas intenciones que ella tenía. Pensó en sus padres, en sus hermanos que siempre le decían que no se acercara a la orilla ni a las rocas porque era peligroso. Tan triste estaba al verse perdido, que dos lagrimitas cayeron al mar.


La gaviota entreabrió el pico para acomodarlo y podérselo comer; fue sólo un segundo, pero eso bastó para que el pez resbalara y cayera sumergiéndose en el agua.


__¡Qué felicidad, qué alegría, otra vez en mi hogar!
Nadó y nadó, se sumergió, saltó de alegría gritando:
__¡ Soy libre, soy libre y siempre lo seré en el mar, en mi mar!. Sólo en el agua. ¡Un pez es un pez!.


GaviotaGaviotaGaviotaGaviota
Daniel... el delfin, la historia de un soñador

Este es un cuento muy parecido a Juan Salvador Gaviota, ya que Daniel es un delfín adolescente que sueña con encontrar la ola perfecta para surfearla y hacer realidad sus sueños de libertad. Acompañado por un calamar llamado Carl, compañero de aventuras que se convierte en el mejor amigo de Daniel. Lucius una barracuda gigante devoradora de sueños de los animales marinos y Mr. Bite es un peligroso tiburón solitario que cuenta con el poder de ser muy violento, pero a pesar de eso él tiene un alma sensible.

La historia comienza cuando Daniel tuvo una pesadilla con un monstruo y muy confundido por las reglas de su manada, y al ser un delfín apasionado y ansioso por encontrar rumbos nuevos, decide, después de mucho pensarlo y motivado por la voz del mar y Manta una mantarraya que le hablaba sólo a él por poseer un alma soñadora, dejar a su manada. Fue así que Daniel siente que debe partir en búsqueda de su propio destino, escucha a su corazón y se deja guiar por él. Su líder decide desterrarlo por romper las reglas del grupo, aún así, Daniel siguió su camino, inicialmente solo. En el camino conoce a un calamar de nombre Carl que se quedó atrapado en las lianas que al igual que Daniel, quería conocer más cosas y visitar más lugares; Es así que juntos emprenden la aventura en búsqueda del gran sueño, hasta que aparece Lucius en escena, una barracuda gigante devoradora de sueños quien atormenta en varias ocasiones a Daniel y Carl, de las que ambos amigos logran escapar. Conocen también a Maitre, un aparentemente, amable pulpo, que en realidad, hacía favores a los demás animales marinos, para luego esclavizarlos y a quienes en su escape, los libera de Maitre. Luego de conocer a varios interesantes personajes tanto amables como desagradables, Daniel, logra conquistar su sueño, junto a una manada de delfines buenos y con ideas completamente llenas de libertad, amor y justicia para todos.

La Gaviota y El Marinero

Son madrugadoras y todas las mañanas cuando el marinero se acerca a las cornisas del malecón de aquel pueblo impregnado de olores y sal, mientras las olas del mar azotan la playa rompiéndose en las arísticas piedras del muro de contención, ellas llegan para escoltar a las barcas de los pescadores y poder comer los pescados que éstos arrojan al mar. Y están también los otros. Los de la caña y el sedal -ajenos a la voluntad de las gaviotas- intentando capturar "tiburones" en forma de atunes, carpas y congrios; pasando sus vidas entre anzuelos y carretes mientras el marinero abandona sus abigarrados pensamientos y se sienta sobre la roca para descansar envuelto en las blancas presencias de las gaviotas. En efecto, es el marinero contemplando las vaporosas nubes que impregnan, de blanca sensación, la llegada de ellas.

Todas las gaviotas vienen en alegres y bulliciosas familias aéreas... pero aquella mañana la brisa marinera trajo a una muy especial, Llegaba mezclada entre un centenar. Sus compañeras pasaron lejos de el marinero mas ella, que era diferente, cruzó como un relámpago ante los ojos de él. Y volvió a pasar dos veces más... En el pico traía una rama plena de ilusiones verdes y emociones en forma de esperanza que llenaron el corazón del Marinero. Desde entonces todas las madrugadas llega ella y se posa en los hombros de él, toma alimentos de las manos de él, charla, amantísima, con los recuerdos de él...

El marinero halló un nombre diferente para ella. Le quitó el número comunal, le otorgó una identidad personal y la llamó Roja.

El marinero y la gaviota Roja miraban, todos los atardeceres, el regreso de las embarcaciones que atracaban en el pequeño puerto. Ambos conocían los océanos. Ella por viajera. Él por soñador. Y todos los anocheceres hablaban de viejos mundos bajo el Sol y de nuevas fronteras más allá de las estrellas. A la Luna la nombraron mensajera de los pleamares y cuando el reflujo de las olas acariciaba, mansamente, las arísticas piedras del malecón, él amaba las blancas ilusiones de ella y ella traía, en el pico, oleaginosas esperanzas para él. Ambos sabían que no era necesario vivir en el tiempo y que lo único agradable, para ellos, era vivir la intensidad de todos los segundos que removían las olas del mar. El ondulado caminar marino se convirtió en tobogán de la existencia: la única forma de vivir sus sinceridades.

Una de aquellas tardes, ella le preguntó: -¿Por qué miras tanto al cielo?... - Porque deseo acompañarte hacia tus azuladas ilusiones...
- Pero no tienes alas, marinero, no tienes alas...

En el siguiente atardecer la gaviota volvió a preguntar: - ¿Por qué miras tanto al horizonte?... - Porque ansío unir tus ilusiones a mis esperanzas... - Pero no tienes barca, marinero, no tienes barca...

Pasaron muchas horas, muchos días, muchos meses... y pasaron muchas tardes preguntándose y respondiéndose mutuamente... tan mutuamente que unieron sus vivencias en una sola canción.

- Tienes el corazón demasiado grande, marinero, demasiado grande... - Y tú tienes el alma demasiado extensa, Roja, demasiado extensa... - Porque tengo alas y puedo volar hasta muy lejos del atardecer... - ¿Podrías mostrarme ese atardecer de tus distancias?...
- Quizás...

Y la "q" de aquel quizás, que sabía tanto del querer de la gaviota, se introdujo en el quebrantamiento del corazón del marinero. Fue por eso por lo que ambos quisieron viajar juntos... Un amanecer él se sujetó a las alas de ella y remontaron el espacio; mas ocurrió que la mañana era demasiado violenta y el marinero se desprendió cayendóse al mar.

- !!Sujétate a las olas, marinero!!... - !!Lo intento, pero son muy blandas!!.


Y las olas lo arrastraron hasta las arísticas piedras del malecón.

Fue un golpe tan brutal que el marinero yació inmóvil. Y cuando la gaviota lo vislumbró, viéndolo inerte, lo dio por muerto... y marchó lejos, muy lejos, a secar sus lágrimas bajo el Sol... pero éstas eran tantas que aumentaron el caudal de las aguas del mar y el marinero fue arrastrado, remansadamente, hacia la playa. Hasta quedar depositado en la fina arena deonde las estrellas de mar descansaban sus fatigas.

Llegó el anochecer y la Luna montó guardia sobre el cuerpo del marinero y cuando, al amanecer siguiente, el Sol despertó... un peregrino, que venía caminando desde el interior del lejano desierto, encontró al inconsciente marinero y lo reanimó dándole de beber de una concha marina que llenó del agua de una hueca calabaza que colgaba de su cintura. Después, una vez reanimado el marinero, refrescó el rostro del muchacho hasta que éste despertó del todo.

El peregrino guió al marinero hasta la cueva donde habitaba un ermitaño en las estribaciones de la sierra que servía para separar la costa del desierto. El peregrino volvió a sus caminos y un día, pasado el mes del accidente, el marinero preguntó por la gaviota Roja. El ermitaño, que había conocido a todos los seres del mundo, le respondió que lo único que él sabía de la gaviota Roja era lo que comentaban los habitantes de la aldea costera.

- Dicen que una gaviota Roja se acerca todas las madrugadas a las barcas por algo de comer y que, después, en vez de seguir la costa como hacen las demás gaviotas, ella se marcha lejos, muy lejos,,, hacia el altamar.
- ¿Es verdad o invención tal historia?.
- Ya sabes que los rumores de los aldeanos son a veces realidades y otras veces sólo son mitologías.
- Quisiera poder verla.
- No puedes. Se va muy lejos. Hacia lugares donde ningún marinero se atreve a seguirla. Además... no puedes todavía caminar porque no estás totalmente restablecido. Tus piernas necesitan más reposo,
- Pues yo caminaré hoy mismo.

El marinero tomó dos palos que se encontraban dentro de la cueva del ermitaño y, agradeciendo a éste por la atención recibida, caminó con dichos palos haciendo de muletas hasta la cornisa donde se encontraba el malecón. En su caminar se acompañaba de una botella de agua natural que le había regalado el ermitaño... - Cuando tengas sed bebe de ella...


Al llegar, por fin, a la playa, casi exhausto por la fatiga, descubrió que la botella ya estaba vacía de contenido acuoso y pensó que podría utilizarla para introducir un mensaje en ella. Tomó un bolígrafo que también le había regalado el ermitaño y escribió en un papel blanco que encontró sobre la arena:

- "Tú me enseñaste a querer como quieren los olivos la tierra para crecer y los pájaros el nido. Tú me enseñaste a sentir como sienten los poetas sus versos para vivir y los niños sus cometas. Tú me enseñaste a amar como aman las gaviotas sus alas para volar y las olas sus derrotas". Y arrojó la botella al mar.

El marinero permaneció durante dos días y dos noches sentado sobre una de las arísticas piedras del malecón costero. Mirando al cielo. Sólo mirando al cielo y en el más absoluto de los mutismos. Mirando al cielo por ver si volvía la gaviota Roja. Fue por eso por lo que no descubrió a aquel viejo "lobo de mar" que le tocó en el hombro derecho. Entonces el marinero dejó de mirar al cielo y vio que el viejo "lobo de mar" fumaba una pipa tan vieja como él. Y vio, igualmente, que en la mano izquierda sujetaba la botella que él arrojó...

- ¿Es tuya?.
- Si. La arrojé al mar hace dos días.
- Yo la encontré mientras faenaba. Apareció envuelta entre los pescados de mi red.
- ¿Leyó el mensaje que iba dentro?.
- Yo no sé leer. Yo sólo sé faenar en el alta mar. Mi puesto de trabajo es el alta mar y es ella mi único lenguaje escrito,
- ¿Y la ilusión de los viajes?.
- Eso queda para los poetas...

El viejo "lobo de mar" entregó la botella al marinero y se despidió de él. Caminó hacia la playa, donde le esperaban sus compañeros para repartirse los pescados que habían sacado del mar. En la botella aún se encontraba el papel escrito en su interior.

El marinero se acercó al grupo... Le dejaron sentarse junto a ellos y comer. Él escuchó las alegres conversaciones de los marineros de "La Esperanza" y después consiguió el permiso para quedarse toda la noche vigilando la barca mientras ellos se iban a festejar a las aldeanas cantinas. a festejar con mujeres, ron, ginebra y algo más que sabía a "incienso dominical" con regusto a fresa.

El marinero permaneció junto a "La Esperanza" hasta muy entrada la noche. Y serían las dos de la madrugada -y quizás algún minuto más- cuando, aprovechando las horas del pleamar, arrastró la barca hacia las aguas y subió a ella. A remar. Aquella noche, bajo las estrellas del cielo y sobre las estrellas del mar, una extraña corriente marina -nunca conocida hasta entonces en aquella región- empujó a "La Esperanza" hacia lo más interno del océano. La brisa hacía que el remar del Marinero triplicase sus avances hacia el horizonte. Allí, al llegar hasta la última frontera de las aguas... donde el cielo se junta con el mar... El Marinero se quitó la camisa y la transformó en bandera sobre cuya nívea blancura pintó un S.O.S. Después la dejó caer sobre las olas atada con una cuerda a la quilla posterior de "La Esparanza".

Nunca más se supo de él. Pero todavía es muy común oír hablar a los viejos marineros, cuando cenan en todos los hogares de las aldeas costeras, sentados con sus familiares alrededor del fuego de las chimeneas, que aquel muchacho permanece allí... y que ha habido algunos que consiguieron distinguir, más allá de las neblinas y la bruma marinera, en las claras noches de luna llena, a una gaviota roja que vive continuamente volando sobre una barca habitada por aquel misterioso joven. Y que son felices juntos. Y se comenta que él pesca los mejores pescados de la región para ella y que ella le lleva los mejores alimentos de las lejanas costas. Que permanecen juntos diás y noches y que son felices de verdad.

Como dijo el ermitaño: "A veces los relatos de los viejos "lobos de mar" son reales y a veces sólo mitológicos..." pero la existencia de La Gaviota y El Marinero, amándose día y noche junto a "La Esperanza", es un relato de los más verídicos que cuentan los marineros del mar...
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